Hacia la pascua de Resurrección
REFLEXIÓNES SOBRE LA CUARESMA
Los cristianos católicos y las otras Iglesias que
siguen el leccionario celebramos con mucho fervor este tiempo de cuaresma. Nos
preocupamos mucho por seguir los valores que la tradición nos propone: limosna,
ayuno, oración, sacrificios y penitencia. Todo ello porque encontramos en ellos
elementos que nos preparan para la más grande de las celebraciones litúrgicas
en nuestra Iglesia “La Pascua de Resurrección”.
La Cuaresma como preparación
para la Pascua.
La Pascua es una celebración Judía que tiene su origen
en la liberación de Israel del dominio del imperio Egipcio. Es el anticipo de
la liberación del a servidumbre, la salida y la celebración de la primera
pascua en la tierra prometida: “Recuerda este día en que ustedes salieron de Egipto,
de la esclavitud, pues con mano fuerte los sacó Yahvé de aquí…” (Ex 13,3-10)
En la noche de la liberaciónón, los Israelitas debían de ofrecer un cordero en
sacrificio y rociar las con la sangre las puertas de las casas para que el
espíritu del Señor pasara de largo en las casas que cumplieran con el rito.[1] Para
los cristianos hoy, también la celebración de la pascua tiene el mismo sentido
de liberación. Nosotros creemos que Jesús es nuestro liberador que se entregó
por la causa del reino liberándonos del pecado que produce muerte. Con su
resurrección declaró que la muerte no tiene la última palabra, que Dios es
resurrección y vida, también nosotros hemos de resucitar, aun cuando en nuestro
mundo actual el panorama sólo anticipe muerte. Es un elemento pedagógico de la
Cuaresma, no es fácil llegar a la Pascua, hay que pasar por muchas tentaciones,
como las pasó Israel por el desierto, los cristianos también experimentamos
esas tentaciones en nuestra vida que nos limitan en el compromiso en la
búsqueda de la resurrección.
Por ello la Cuaresma nos capacita para meditar,
reflexionar sobre nuestro caminar hacia la liberación. Tiene una dimensión
espiritual desde la cual propone al cristiano y a la comunidad caminar hacia el
horizonte de la resurrección. La reflexión espiritual es el camino que conduce
a la comunidad a salir del circulo de la muerte y favorece vida, ahí se desarrollan las
implicaciones sociales del compromiso pascual de liberación, no se puede quedar
con el individúo, debe salir al mundo para impregnar la alegría de la
liberación.
El nuevo éxodo
Como el pueblo de Israel caminó por el desierto toda
una generación hasta llegar hacia la tierra prometida, los cristianos caminamos
durante 40 días para llegar a la pascua de resurrección. Jesús, luego de su
bautismo y ser empujado por Espíritu al desierto, retoma la misión del Bautista
y anuncia la llegada de un Reino definitivo en el que el amor de Dios (Mc 1, 14
ss.)
Igual que durante el éxodo de la
servidumbre, el éxodo que nos propone Jesús nos empuja a romper con la
servidumbre de la violencia, la marginación y el empobrecimiento. El nuevo
éxodo nos recuerda nuestra vocación primera de ser cada día más humanos y, por
lo mismo, imágenes más fieles del creador.[2]
La
invitación: Renovación del ser humano.
Que el ser humano tenga vida y vida plena
es gran deseo de Dios (Jn 10,10). Pero para nos llama a la conversión “Conviértanse y crean en Evangelio” (Mc 1,15b). Porque en nuestra vida vamos
cargando con males que no nos permiten ser felices: odios, envidas, egoísmo,
rencores, soberbias y toda clase de males personales. Pero también existen
aquellos males estructurales presentes en nuestra sociedad. La vida del
cristiano debe reflejar su cambio personal y también su compromiso por el
cambio social. La renovación nace de la persona y desde ella debe llegar a
remediar los males de nuestro mundo. Es importante la conversión interior, pero hay que
preguntarnos para qué convertirnos interiormente sino es para convertir el
entorno que nos rodea. Una conversión que sólo medie el interior no es una
verdadera conversión “a vino nuevo vasijas nuevas” (Mc 2, 22). Una conversión verdadera es la que desde su
renovación interior hace brotar un proceso de búsqueda de la verdad, de la
justicia y que propicie el Reinado de Dios. Es romper las cadenas que atan al
pueblo y dar vida proclamando la buena noticia a los pobres.
Vivir la Oración
La oración es el lugar donde nos comunicamos plenamente con nuestro Dios,
Padre y Madre. Los evangelios nos relatan como Jesús oraba “De madrugada,
cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, y salió y fue a un lugar
solitario y allí se puso a hacer oración” (Mc 1,35).
Pero es también importante recalcar que la oración de
Jesús no estaba desconectada de la vida, está integrada a su vida y su misión:
Bendice los panes y pescados en la multiplicación de los panes (Mc 6,41) y
luego de la multiplicación y de esa jornada de enseñanza al pueblo se va al
monte a orar (Mc 6, 46); antes de curar al sordomudo mira al cielo y suspira
conmovido (Mc7, 34); aclara que no se puede superar el mal sin la oración (Mc 9,
29); ante la adversidad y el conflicto se retira a orar en Getsemaní para buscar
la voluntad del Padre (14, 32 ss.) Al inicio de su vida pública, en el momento
de su bautismo se encuentra en oración (Lc 3, 21) y se retira al desierto y ora
durante 40 días (Lc 4, 1-2); antes de elegir sus discípulos sube al cerro y
pasa la noche en oración (Lc 6, 12-13); sus discípulos piden que su maestro les
enseñe a orar (Lc 11, 1); les enseña a orar diciendo Abba, Padre (Lc 11, 2) y a que sean humildes en la oración (Lc 18,9-ss)
Por lo tanto la oración de los cristianos ha de ser
cómo la de Jesús. Hablar con el Padre, dar gracias, pedir fortaleza en los
momentos difíciles y conectar esa oración con la vida cotidiana. En la oración
estamos invitados a conmovernos como Jesús ante la realidad. Sentir la
realidad, dejar que nos hable, dejarnos interpelar por ella.[3]
Entonces entenderemos las consecuencias de la oración, que es la praxis. Jesús,
siempre oraba y siempre estaba en acción a favor de los necesitados. Así, en la
praxis se nota si nuestra oración es verdaderamente cristiana y no a la inversa,
como se suele pensar, si se ora mucho se es
buen cristiano. Por lo tanto una oración que no vaya acompañada de una
praxis es una pobre oración. No es una oración como la de Jesús. En este tiempo
de cuaresma hemos de preguntarnos si nuestra oración es como la de Jesús.
La
Oración y la Misericordia
La oración y la misericordia van
acompañadas, son complementarias. La misericordia va mucho más allá de la
limosna. Es sentir con el otro. Hacerse con el dolor del otro. Los evangelios
nos dicen que Jesús sintió misericordia, compasión de la gente: “vio a mucha gente y sintió compasión de
ellos pues estaban como ovejas que no tenían pastor…” (Mc 6,30). Para nosotros a veces resulta más
fácil brindar ayuda pero no implicarse con los sufrimientos de los demás. La
caridad es necesaria pero los cristianos estamos invitados a dar más. A sentir
el dolor de los demás e implicarse en sus luchas por conseguir vida digna.
Jesús nos llama a atender al que está tirado en la calle, nos llama a volvernos
Samaritanos (Lc 10, 29ss). Pidamos pues, en nuestra oración que el Señor nos
aumente en nosotros la misericordia.
A
derrotar el egoísmo que no nos deja compartir los bienes como hermanos
El ayuno para los judíos se entendía sólo como una
práctica externa. Por ello se extrañaban que Jesús disfrutaba de las fiestas y las
comidas con sus discípulos: “¿por qué tus discípulos no ayunan?” (Mc 2, 18-22; Mt 9,14-17;
Lc 5, 33-39). Incluso Jesús advierte sobre el ayuno “Cuando ustedes ayunen no pongan cara triste como lo
hipócritas…” (Mt 6, 16).
El ayuno debe ser una opción de vida. Es decir, no
sólo una práctica aislada y temporal, sino insertada en la realidad de la
comunidad y constante. Nuestro ayuno debe ir más allá de las prácticas
externas, deben reflejar los valores de la nueva humanidad propuesta por Jesús
de Nazaret, el reinado de Dios entre nosotros. En un mundo donde el 10% de la
población tiene acaparado el 90% de las riquezas y el otro 90% sólo tiene el 10%, el ayuno y la misericordia
son necesarios. También no podemos pedir a los pueblos que históricamente han
vivido el ayuno ayunar en cuaresma. Los cristianos debemos trabajar para que no
haya más ayunos obligados para los pobres luchando contra el sistema que
produce pobreza y hambre, siendo signos visibles del amor cristiano. El ayuno
que a él le agrada es que hagamos nuestra opción por los pobres. Elegir vivir
como pobres (Mt 5, 3) y desde nuestra pobreza compartir nuestros bienes. Así
viviremos el ser cristianos, desde la praxis comprometida y no desde los ritos
externos.
También la jerarquía de la Iglesia esta llamada al
ayuno, no se puede predicar el evangelio cuando se acumulan riquezas, no se
puede servir a dos señores (Mt 6, 24) La sociedad toda esta invitada al verdadero
ayuno que agrada al señor, no limosnas, no austeridades, solo dar lo que se
debe por justicia. Este es el ayuno que agrada al
Señor: “El ayuno que yo quiero es esté: que sueltes las cadenas injustas, que
desates las correas del yugo, que dejes libres a los oprimidos, que acabes
con todas las opresiones que compartas
tu pan con el hambriento, que hospedes a los pobres sin techo que proporciones
ropas al desnudo y que no te desentiendas de tus semejantes” (Isa 58,6-9). Entonces,
sólo entonces enfatiza Isaías, clamaras al Señor y te dirá “Aquí estoy”
En conclusión
La cuaresma, como hemos dicho, es la preparación de
los cristianos para la pascua de resurrección. Es la celebración del misterio
de la muerte y resurrección de nuestro Señor. Desde la oración y la meditación
tomamos fuerzas para que nuestra vida refleje el amor cristiano. Compartimos
con el mundo nuestros bienes desde la opción por la pobreza. La cuaresma es una
invitación a asumir en nuestra vida diaria los valores del evangelio: solidaridad,
amistad, acogida al forastero, lucha contra el mal social, acompañamiento,
sentir con los que sufren y la lucha por la justicia.
Que esta cuaresma sea un espacio para reflexionar
sobre nuestro ser cristianos. Pedir al Señor entrañas de misericordia y
preguntarnos, como San Ignacio de Loyola ante el Cristo Crucificado, ¿Qué puedo
hacer por ti? Preguntarnos, ¿Cómo puedo bajarte de la cruz hermano que sufres?
¿Cómo vivo todos los días de mi vida los valores de tu reino? Y tengámoslo por
seguros que el Señor os responderá como en Mateo 25,40 “cuanto hicieron a uno de estos hermanos
míos más pequeños, a mí me lo hicieron”
Un saludo fraterno,
Amílcar Valencia,
Cuaresma 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario