21 de marzo de 2012

5° Domingo de Cuaresma, Juan 12, 20-33


Proclamación de la buena nueva según San Juan

20Algunos de los que subían a dar culto en la fiesta eran griegos; 21éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le rogaron: - Señor, quisiéramos ver a Jesús. 22Felipe fue a decírselo a Andrés; Andrés y Felipe fue­ron a decírselo a Jesús. 23Jesús les respondió: -Ha llegado la hora de que se manifieste la gloria del Hombre 24Sí, os lo aseguro: Si el grano de trigo una vez caído en la tierra no muere, permanece él solo; en cambio, si muere, produce mucho fruto. 25Tener apego a la propia vida es destruirse, despreciar la propia vida en medio del orden este es conservarse para una vida definitiva. 26E1 que quiera ayudarme, que me siga, y así, allí donde yo estoy, estará también el que me ayuda. A quien me ayude lo honrará el Padre.
27Ahora me siento fuertemente agitado; pero ¿qué voy a decir: «Padre líbrame de esta hora»? ¡Pero si para esto he venido, para esta hora! 28¡Padre, manifiesta la gloria de tu persona! Vino entonces una voz desde el cielo: - ¡Como la manifesté, volveré a manifestarla! 29A esto, la gente que estaba allí y la oyó decía que ha­bía sido un trueno. Otros decían: - Le ha hablado un ángel.
30Replicó Jesús: - Esa voz no era por mí, sino por vosotros. 31Ahora hay ya una sentencia contra el orden este, ahora el jefe del orden este va a ser echado fuera, 32pues yo, cuando sea le­vantado de la tierra, tiraré de todos hacia mi. 33Estó lo decía indicando con qué clase de muerte iba a morir.
 Palabra del Señor

Introducción
El relato de este domingo nos presenta el fin del ministerio público de Jesús con la subida a Jerusalén, luego vendrá el largo relato de la pasión. Entró a la ciudad con motivo de la fiesta de la pascua y ahí enfrentará la más difícil de sus pruebas, la confrontación definitiva con las autoridades judías que lo condenarán a muerte.

El texto
Unos griegos
Los judíos habían rechazada a Jesús y desde hace mucho tiempo estaban buscando la oportunidad para apresarlo, pero éste se les escaba de las manos siempre. Las autoridades judías veían en Jesús a un revoltoso, uno que predica el levantamiento del pueblo y pone la religión y la ley en tela de juicio. Las acciones en contra de Jesús se intensifican cada vez más. En las palabras de Juan, ellos habían rechazado la luz, prefirieron las tinieblas, no quisieron ver el camino hacia el Padre que Jesús ofrecía para todos, incluso a Nicodemo y los recaudadores de impuestos, todo si se adherían a su mensaje y ponían al ser humano antes que la ley, si nacían del agua y del espíritu. Pero ellos no sólo habían rechazado a Jesús y su mensaje por el reino, sino que le persiguen y  lo acorralan en Jerusalén.
El vino a los suyos y los suyos no lo recibieron. Pero vienen otros, de otros pueblos, de otras culturas y quiere ver al Maestro. Preguntan a Felipe por Jesús, quieren conocerlo, quieren verlo. No es sólo el hecho de saludarlo, no sólo se sienten atraído por sus predicaciones, en realidad le quieren ver cómo es, cómo actúa, quieren estrechar un lazo con aquel que predica y hace el reino de Dios posible. Estos extranjero se abren a la buena noticia, más el pueblo “elegido” le rechaza. Ellos habían también comprendido que la buena noticia de Dios es universal y que la salvación esta disponible para toda la humanidad, ya no es algo exclusiva, es el Dios universal que Jesús predica que atrae a hombres y mujeres de todas las razas hacia él.

Ha llegado la hora
La hora, es una clave del anuncio de la pasión. Jesús es consiente del peligro, no porque este destinado a morir en el madero, sino porque las fuerzas de este mundo, las tinieblas, aplacan con violencia a todos aquellos que cuestionan el estatus Quo. Su hora esta cerca, se viene para el la más dura de las pruebas, entregar la vida física. La hora, es el momento oportuno para la glorificación en la teología de Juan, el hijo del hombre será Glorificado en el árbol de la cruz.

Si el grano de trigo no muere
Aquí hay que distinguir en dos tipos de muerte y dos tipos de vida. La muerte biológica-corporal y la muerte espiritual; la vida egoísta y la vida de entrega por amor. La muerte física es algo Jesús enfrentó, pero no fue muerte natural, su vida terminó violentamente. No era algo que se buscaba, era resultado de su compromiso por el reino, es decir, que no era necesario que muriera en la cruz, que Dios no lo mando a morir martirizado. Sin embargo se entrega como símbolo pascual de liberación, entonces da vida, es vida. Pero también hay que decir que es necesario morir a si mismos, a entregarse por completo, no puede haber vida cuando nos desgastamos los años viviendo egoístamente, es una invitación a morir al yo y hacer nacer el nosotros. Cuando eso sucede se nace a una nueva vida espiritual, vida que no busca reconocimientos, ni riquezas, vida que busca vida y lucha por que la haya enfrentando la injusticia. En muchos casos eso lleva a persecuciones y pérdida física de la vida, en ese caso también el mártir se une a Jesús en el misterio pascual.

Si muere, produce mucho fruto
Él ya había entregado toda su vida por la causa del reino, Jesús encarnó el amor de Dios y desde ese amor, había muerto a toda búsqueda de reconocimientos. Venció las tentaciones de ser proclamado rey, entra en Jerusalén como un líder humilde, montado en un burrito y en la noche de su arresto comparte el gesto más radical de un maestro: lavarle los pies a sus discípulos. Es la vida que da fruto, la vida entregada por amor que produce frutos abundantes. También el Padre lo glorificará por su decisión de enfrentar la muerte con la vida plena, de no dar un paso a tras en su búsqueda del reino y de seguir mostrando el amor del Padre a todos, incluso a aquellos que planearon su muerte y a los que lo clavaron en el madero. Por todo ello, su vida es abundante pues se entregó sin reservas.

Que me siga
Estos extranjeros llegan a Jerusalén y preguntan por Jesús, los discípulos van y le cuentan que unos quieren verlo, él inicia este dialogo sobre la vida y la muerte. Queda claro que su hora esta cerca, la hora de la glorificación, les explica que hay que morir a si mismos y entregar todo sin reservas….luego en respuesta a los extranjeros que quieren conocerlo les dice: el que quiera ayudarme que me siga. Que siga los pasos de su maestro, que haga lo que su maestro hace. Así como yo hago lo que el Padre hace, pues vengo de Él y lo conozco, ustedes aprendan de mí. Síganme, hagan como yo, mueran a si mismos y vean la vida que da fruto cuando se entrega sin reservas. Porque ahí donde yo estoy ahí también estarán todos aquellos que me ayudan, todos aquellos que trabajan por el reino y buscan su justicia serán horrados. Mi Padre que ve sus caminos y sus vidas completamente vaciadas de sí y entregadas por la justicia también les horrará.

«Padre líbrame de esta hora»
La muerte ronda su vida, ya las autoridades judías habían trazado un plan para arrestarlo, sabe que su muerte es inminente. Esta es como  la versión de la oración en el Getsemaní que nos relatan los evangelios sinópticos. Jesús se ve turbado y agobiado. Pide al padre que le libre de esta hora, pero asume su compromiso fiel hasta la muerte.

Reflexión
La historia de la Iglesia testifica de muchos que siguieron los pasos de Jesús y entregaron toda su vida por el reino de Dios. Muchos de estos seguidores incluso fueron asesinados acusa de su fe y por la denuncia de la injusticia. Desde Jesús, siguiendo con Esteban el protomártir, Pedro y  Pablo….y siguieron mucho durante estos veinte y un siglos.

En El Salvador, un país con una larga historia de violencia, empobrecimiento, injustica y persecución en contra del pueblo pobre que busca la vida muchos padecieron la suerte del Maestro, Jesús. En los años 70´s el pueblo salvadoreño estaba en amanecer guerra. En 1977 el Padre Rutilio Grande fue asesinado por denunciar a los corruptos que explotaban a los campesinos en los maizales y cañales, los ricos habían quitado la tierra al pueblo hacía muchos años y explotaban al pobre, no tenían derecho de reivindicación y si reclamaban simplemente se les quitaba la vida. La Iglesia era justificadora de ese pecado, pero algunos sacerdotes se fueron al campo, al Paisnal y Aguilares, para acompañar al pueblo en sus luchas. Uno de ellos era el Padre Rutilio Grande. Los terratenientes vieron a los sacerdotes como un estorbo e iniciaron una escalada de violencia y falsas acusaciones. El Padre Grande fue martirizado el 12 de marzo de 1977.

Monseñor Romero era un Obispo conservador, pero el Pueblo le enseñó sobre la realidad, le hablo del evangelio y del derecho que todos tenemos a vivir con dignidad. Con el pueblo aprendió a leer el evangelio. Con la muerte de su gran amigo, Rutilio Grande, Romero tuvo una conversión (como Jesús después que apresaron a Juan) y se convirtió en la voz de los sin voz. Denunció todos los domingos desde le pulpito de la catedral de San Salvador las injusticias del gobierno, de la violencia organizada de las fuerzas armadas en contra del pueblo pobre. Abogó por la paz y el cese de la violencia, denunció a los terratenientes que explotaban a los campesinos. Viajó a las comunidades y les acompaño en su lucha por la vida, era el pastor que se quitó la sotana para estar con el pueblo. Rechazó los privilegios y vivió con el pueblo, se hizo pueblo con el pueblo. Él hizo vida los documentos del Vaticano segundo y los documentos de la Iglesia Latinoamericana. Predicó sin temor y estorbó a los poderosos. Monseñor Romero fue el ejemplo de pastor y sólo seguían los pasos de Jesús.

Por su compromiso con la justicia y los derechos humanos fue amenazado de muerte, sufrió atentados, calumnias en la prensa nacional, incluso el desde el mismo clero, lo tildaban de comunista y predicar el marxismo. No tenía amigos en las estructuras de poder y sus hermanos obispos y sacerdotes lo habían dejado sólo. Los pobres le acompañaban y los sacerdotes que se habían unido al pueblo muchos años atrás. Finalmente, su muerte asesinato fue orquestado, la derecha había decido el día de su muerte.

El 23 de marzo, Monseñor Romero dio la homilía final en la catedral. Desde ella denunció a las fuerzas armadas y les exigió que dejaran de matar a los hermanos campesinos, les pidió, les suplicó, les exigió que cesara la represión en contra del pueblo.

El 24 de marzo, celebrando eucaristía en la capilla de la Divina Providencia, el momento de la consagración, bendijo el pan y el vino, elevó con sus brazos el cáliz y el pan, uno en cada mano y un franco tirador le disparó al corazón. Él había predicado este evangelio esa tarde “si el grano de trigo no cae en tierra y no muere no da fruto”.

Para la meditación (recogemos un fragmento de la homilía de Monseñor Romero)
He estado amenazado de muerte frecuentemente. He de decirles que como cristiano no creo en la muerte sin resurrección: si me matan, resucitaré en el pueblo salvadoreño. Lo digo sin ninguna jactancia, con gran humildad. Como pastor, estoy obligado, por mandato divino, a dar la vida por aquellos a quien amo, que son todos los salvadoreños, incluso por aquellos que vayan a asesinarme.

Si llegasen a cumplirse las amenazas, desde ahora ofrezco a Dios mi sangre por la redención y por la resurrección de El Salvador. El martirio es una gracia de Dios, que no creo merecerlo. Pero si Dios acepta el sacrificio de mi vida, que mi sangre sea semilla de libertad y la señal de que la esperanza será pronto una realidad. Mi muerte, si es aceptada por Dios, sea para la liberación de mi pueblo y como un testimonio de esperanza en el futuro.

Puede decir usted, si llegan a matarme, que perdono y bendigo a aquellos que lo hagan. De esta manera se convencerán que pierden su tiempo. Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, nunca perecerá. Monseñor Oscar Arnulfo Romero, Arzobispo de San Salvador, marzo de  1980

Clic en el enlace para escuchar una fracción de la homilía del 23 de marzo, un día antes de su martirio.

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