6 de abril de 2012

Sobre la Pasión de Jesús

Nos encontramos celebrando el triduo pascual, tres días que se inauguran el jueves santo con la liturgia de la cena del Señor (en los sinópticos) y el lavatorio de los pies (en el evangelio de Juan) que es un signo profético de su entrega hasta dar la vida. La misma tarde de jueves Jesús es arrestado por las autoridades judías y llevado al sumo sacerdote, inicia su pasión y su vida terminará violentamente el día viernes.

La muerte de Jesús no es lo que tradicionalmente algunos en la Iglesia y los movimientos pentecostales enseñan, una muerte expiatoria. Esa explicación del fin de la vida de Jesús en la tierra se queda muy en las nuves y no compromete en nada la vida de los cristianos. Con ello se reduce el compromiso de Jesús por el reino y su entrega amorosa hasta dar la vida. Seguramente hemos escuchado muchas veces ese discurso en nuestras parroquias, en las que se nos dice que Jesús murió porque así lo había querido el Padre y que murió en la cruz para salvarnos de la condenación eterna.

En primer lugar, hemos de decir que el Dios de Jesús no es un Dios sangriento y no se regocija en la muerte de su hijo. Dios no mando a su hijo a morir en la cruz, no era algo que estaba escrito, algo que tenía que suceder así. Es decir que Dios no le pide a Jesús que vaya y se deje crucificar. El problema que enfrentamos al acercarnos al a cruz de Jesús es que nos olvidamos que es un riesgo que corren todos aquellos y aquellas que no se dejan doblegar por el sistema. Olvidamos que Jesús ha predicado el reino de Dios y su justicia, que por su compromiso con los olvidados, con los oprimidos, con los empobrecidos, con los reprimidos por el sistema político-económico y religioso asume las consecuencias de una vida libre y liberadora. Jesús desenmascaró la religión opresora y justificadora del sistema que genera pobreza, por ello y su compromiso por liberar al pueblo pobre es perseguido y finalmente llevado al árbol de la cruz. Las autoridades judías vieron en el aún revoltoso y transgresor de la ley, los que ostentaban el poder económico y político tuvieron el temor que este se convirtiera en una especie de caudillo que liderará al pueblo a la revolución en contra del imperio invasor. Por ello lo condenaron a muerte, usaron el poder y la fuerza para callar de una vez por todas al que hablaba con autoridad. Las motivaciones de su condena fueron más políticas que religiosas como ha sucedido con muchos mártires en la historia de la Iglesia.

En segundo lugar, debemos desenmascarar la imagen del Dios castigador y juez que muchos en la Iglesia siguen sosteniendo. Esa imagen del Dios que exige victimas para la salvación. Dios no exige a ningún ser humano el sacrificio de la propia vida y mucho menos de su hijo, Dios no esta enojado con el ser humano pero si quiere su arrepentimiento y entrega generosa. No pide victimas, Dios no es como el dios del capital, el dios dinero del sistema económico y político que exige victimas, Dios no es un victimario, él ofrece la salvación gratuita en Jesús para todos. Dios es amor nos dice el evangelio de Juan y lo sigue repitiendo en la primera carta, su amor es tan grande que nos entró a su hijo único para que todo el que crea en él tenga vida. Quienes se acercan a Jesús y se adhieren a su mensaje son portadores de las buenas nuevas del Padre, de la buena nueva del reino de Dios, del compromiso por instaurarlo aquí en la tierra luchando en contra de las tinieblas y el anti-reino de los sistemas económicos que esclavizan al ser humano y condenan de muerte a millones día a día. Él vino a darnos la buena noticia de que hay salvación si nos abrimos a su propuesta. No esta enojado y no nos condena, nos exige cambiar de rumbo, quitarnos los vendajes que el consumismo nos impone y ver la realidad del reino entre nosotros. Su amor es grande y su hijo nos lo ha dado a conocer. Debemos responder a su amor renunciando a los egoísmos, injusticias, muerte, temor y todos los antivalores de nuestra sociedad.


Hoy día también muchos son condenados a muerte: hambre, violencia, guerra, falta de empleo, persecución por su color de piel, discriminación por sexo o religión, etc. Hoy día, también se siguen crucificando a muchos en nuestro mundo, en pleno 2012 también hay mucho cristos crucificados, unos clavados con balas otros condenados a muerte lenta y dolorosa. Dios sigue muriendo con Jesús en el rostro de aquellos que no ven luz nunca en esta vida, de los pobres que no tienen lo necesario par subsistir, de los que se quedan sin trabajo, de los inmigrantes que son deportados todos los días hacia sus países de origen después de haber sido usados por sistema y exprimidos hasta quitarles la esperanza, hoy día hay miles de millones de mujeres que sufren violencia en sus hogares, en las Iglesias, en las instituciones gubernamentales, todas aquellas que sufren acosos y salarios por debajo de sus capacidades simplemente por ser mujeres…todo ese dolor lo asume Jesús en la cruz, toda esa muerte hoy la asume y pide desde ella a los cristianos que lo bajemos de tal dolor. El pueblo sufriente, el pueblo crucificado llora desde la cruz y grita esperando a que los cristianos nos dignemos a aliviar el dolor de los crucificados de la historia. Ellos, el pueblo sufriente junto con los mártires nos reclaman vida y compromiso para que no haya más muerte ni dolor. Dios mismo esta muriendo con Jesús, Dios mismo muere hoy con su pueblo y nosotros no podemos sólo darnos golpes en el pecho, adhirámonos a su palabra y trabajemos como Jesús para que su reino sea una realidad.

Jesús se ofrece, como nos lo dice el evangelio de Juan, no le quitan la vida, él la entrega. Lo hace pues es consecuente con su predicación y comprende que sólo se puede salvar del dolor y la muerte al que el sistema condena al ser humano mediante el misterio pascual. Esa es la muerte que llega a dar vida, es la semilla que muere en la tierra para dar frutos. Quienes se entregan totalmente también encontraran vida, quienes dejan comodidades y dicen si a Jesús y su proyecto rechazando toda clase de injusticia (venga de donde venga) encontraran oposición como la encontró Jesús, como  la encontró Martin Luther King, como la encontró Oscar Romero y como la encuentran todos los cristianos fieles al evangelio, pero también encontraran vida la vida que supera la muerte del sistema. Quienes entreguen su vida por amor vivirán, no sólo los que mueren mártires sino también todos aquellos que día a día se entregan a Dios y al servicio de su reino proclamando con su vida que el reino de Dios es posible entre nosotros y lo hacen vida con sus vidas, esos ganan la vida. De este tipo de cristianos estamos llamados a ser: generosos, solidarios, quienes buscan la verdad, quienes buscan la justicia, quienes trabajan por la paz, quienes comparten desde su pobreza, quienes hacen vida el evangelio.

Amílcar E. Valencia

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