18 de diciembre de 2011

4° Domingo de Adviento Lc 1,26-38 , Ciclo B 2011


Proclamación de la Buena Nueva

26 A los seis meses envió Dios al ángel Gabriel a un pueblo de Galilea que se llamaba Nazaret, 27 a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. 28 Entrando adonde estaba ella, el ángel le dijo: - Alégrate, favorecida, el Señor está contigo. 29 Ella se turbó al oír estas palabras, preguntándose qué saludo era aquél. 30 El ángel le dijo: - No temas, María, que Dios te ha concedido su favor. 31 Mira, vas a concebir en tu seno y a dar a luz un hijo y le pondrás de nombre Jesús. 32 Éste será grande, lo llamarán Hijo del Altísimo y el Señor Dios le dará el trono de David su antepasado; 33 reinará para siempre en la casa de Jacob y su reinado no tendrá fin. 34 María dijo al ángel: - ¿Cómo sucederá eso, si no vivo con un hombre? 35 El ángel le contestó: - El Espíritu Santo bajará sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso al que va a nacer lo llamarán “Consagrado”, “Hijo de Dios” 36 Y mira, también tu pariente Isabel, en su vejez, ha concebido un hijo; la que decían que era estéril está ya de seis meses, 37 porque para Dios no hay nada imposible.  38 Respondió María: - Aquí está la sierva del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho. Y el ángel la dejó.

Palabra del Señor

Introducción
Estamos celebrando el cuarto domingo de Adviento, muy cerca de la Navidad. Durante los tres domingos anteriores las lecturas nos han puesta alerta a la venida del Mesías. Hoy Lucas nos presenta el relato de la anunciación de María. El relato nos cuenta del encuentro de Dios mismo con María, una mujer de Nazaret.

El Evangelista
Lucas coloca este relato de la anunciación a María luego de que el Ángel se le aparece a Zacarías en el templo, donde le anuncia que su esposa Isabel concebirá a un Hijo (Juan el Bautista).A este hombre se aparece Dios, Zacarías, un sacerdote del templo, hombre mayor, casado y con educación religiosa. Pero Dios nos sorprende, según el relato de Lucas. Nos cambia la historia en un abrir y cerrar de ojos. Dios hace algo inesperado, hoy no se presenta en el templo, tampoco a un hombre y mucho menos a alguien religioso de oficio. Se presenta a María, una muchachita que no pintaba para nada en la historia, en un pueblo que no tenía mucho futuro, Nazaret

Dios da una gran noticia a una mujer, que probablemente nunca había ido al templo o si es que fue tuvo que  quedarse de pie en la parte trasera. Una jovencita que no había tenido educación por ser una mujer y pobre. Una mujer de Nazaret, un pueblo de donde nada bueno podía salir. Pero ahí, nos dice Lucas, Dios se aparece para hacer una propuesta a María.

Aquí hay una ruptura importante que el evangelista nos quiere comunicar. Dios se complace de la humildad y ha decidido residir en la humanidad y la debilidad, ha escogido a una mujer pobre para su proyecto de Salvación. El Dios soberado,  todo poderoso, juez y condenador del Antiguo Testamento se muestra hoy humilde y pregunta a María, no impone.

Lucas nos dice que fue el Ángel Gabriel, el encargado de dar la noticia a María. El Ángel representa una figura teológica del evangelista para decirnos que Dios se aparece a los humanos en forma que nosotros lo podamos soportar[1]. En realidad es el mismo Dios quien se aparece a María.

El Relato
A una mujer virgen, es decir que Dios es el autor pero necesita la respuesta humana. Aquí el texto nos trata de dar entender la novedad que se da en María, la virginidad en la que Dios pone su morada. Más que el hecho físico nos habla del mensaje teológico. María es virgen y por ello puede acoger en su seno a Dios. Es obvio que hay novedad en la encarnación de Jesús, que el espíritu de Dios se posó sobre ella. María representa la fidelidad del pueblo, virgen, humilde, santa, en espera de que se cumplan las promesas de Dios, en contraposición con el pueblo que no ha sabido ser fiel.

El Ángel le dijo “alégrate María” y hace la propuesta que todos conocemos. Le dice cuál es el proyecto de Dios, mensaje al cual María se queda un poco aturdida. Se imaginan que alguien le de gran notición a una jovencita de trece o quince años ¿Qué pensaríamos nosotros?

Dios trae una buena noticia para María. El Ángel comprende el impacto que puede causar tal propuesta por ello dice “no temas”.  María no dice si de una vez, no acepta a ciegas, María pregunta “¿Cómo puede ser eso sin no conozco hombre?” Entonces el mensajero da una respuesta mucho más retadora “El espíritu de Dios te cubrirá con su sombra…”  ¿Qué debió pasar por la mente de María? ¿Cuáles eran las consecuencias de su respuesta?

María tenía que enfrentar las críticas de la gente de su pueblo, una mujer prometida y ahora salió embarazada. La gente se preguntaría quien será el padre del niño en su vientre; peor aún, enfrentar la pena de muerte por adulterio. María reflexiona y acepta el proyecto de Dios. Da un sí.

Dios no impone su voluntad. Pregunta y espera pacientemente la respuesta humana. Dios no tiene planes, tiene proyectos y nos da la libertad de aceptarlos o dejarlos. Dios no es un Dios autoritario, es amor y libre aceptación de ese amor. Ese Dios es quien actúa en la historia, Él tiene la iniciativa de Salvación pero necesita que el ser humano de una respuesta positiva a su llamado. María dijo sí a la llamada de Dios y permitió que Dios se encarnara y se hiciera humano como nosotros.




Por la respuesta de María nos viene la Salvación.
María participa en la obra liberadora de Dios en Jesús. Jesús que nos trae la Salvación. La Salvación en este caso es una realidad entre los que siguen a Jesús. La Salvación nosotros la entendemos muchas veces como la salvación del alma. Jesús no predica la salvación del alma. La Salvación de Dios en Jesús es la liberación integral del ser humano. Por ello, Jesús predica el reinado de Dios. Un reinado donde Dios gobierne, no el capitalismo, no el mercado, no la política humana que hace las guerras en nombre de la democracia, una palabra tan gastada por los gobiernos del primer mundo. Dios nos trae la Salvación de todos los odios y penas que los poderes de este mundo causan a los más débiles. Esa es la Salvación-Liberación que predica Jesús en Las Bienaventuranzas.

Nosotros espiritualizamos la palabra Salvación para no tener que comprometernos con ese reino de Justicia. Por ello predicamos del cielo cuando Dios se ha hecho hombre y predicó la liberación integral del hombre y de la mujer. La Salvación del ser humano es lo que interesa a Dios, por ello se hace uno de nosotros, por ello comparte nuestros sufrimientos para decirnos que su reino empieza aquí en la tierra. Claramente los cristianos tenemos la esperanza de una patria definitiva. Pero esa no es tarea nuestra, eso es obra de Dios. Vamos a buscar nosotros la Salvación y Digamos como María si a su proyecto de amor y liberación.

Hoy se nos urge a los cristianos una disposición al estilo de María para hacer la voluntad de Dios; ser incondicionales con Dios es ser incondicionales en el amor al prójimo, en aportar asumiendo las formas de ser iglesia comprometida al servicio de la vida y en la construcción de la paz y la justicia[2].


Para la Reflexión:
Dios ha dado una buena noticia a una mujer pobre, humilde, campesina y por su respuesta nos nace el Salvador. ¿Dónde buscamos a Dios, en el templo o en los pobres y los que sufren?

Dios también habla a nuestra vida y nos invita a ser constructores de su reino. ¿De qué formas decimos sí a eso proyecto de salvación de Dios? ¿Qué cosas nos impiden escuchar su llamada e invitación a su reino?

Sobre la liberación integral del hombre y la mujer ¿Qué signos veo o soy parte en nuestro mundo para traer salvación?

Sobre el rol de la mujer en ese proyecto de Salvación ¿Cuál es la condición de la mujer en nuestra sociedad? ¿Tiene las mismas posibilidades que se dan a los hombres? ¿Tiene la mujer el mismo papel de los hombres en la política, en el campo laboral, en la Iglesia? ¿Qué signos vemos de cambio de esta realidad?


[1] Fray Marcos, en FeAdulta.com
[2] Diario Bíblico

11 de diciembre de 2011

3° Domingo de Adviento Jn 1, 8-8. 19-28 , Ciclo B 2011


Proclamación del Evangelio
6 Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan.
7 Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz,

para que todos creyeran por él.
8 No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.

19 Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos
enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes
y levitas a preguntarle: "¿Quién eres tú?"
20 El confesó, y no negó; confesó: "Yo no soy el Cristo."
21 Y le preguntaron: "¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?"
 Él dijo: "No lo soy." "¿Eres tú el profeta?" Respondió: "No."
22 Entonces le dijeron: "¿Quién eres, pues, para que
demos respuesta a los que nos han enviado?
 ¿Qué dices de ti mismo?"
23 Dijo él: "Yo soy voz del que clama en el desierto:
Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías."
24 Los enviados eran fariseos.
25 Y le preguntaron: "¿Por qué, pues, bautizas, si no
eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?"
26 Juan les respondió: "Yo bautizo con agua,
pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis,
27 que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno
 de desatarle la correa de su sandalia."
28 Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán,
donde estaba Juan bautizando.
                                                                                              Palabra del Señor

Introducción
Nos encontramos en el tercer domingo de Adviento, un tiempo en que se nos invita a la esperanza activa. Tiempo en que estamos llamados a favorecer las cosas buenas que hacen posible la venida del reino de Dios entre nosotros. Durante los dos domingos anteriores las lecturas del evangelio nos han presentado la figura de los profetas que preparan el camino para la llegada del mesías. Isaías, Malaquías y Juan el Bautista son las voces que hemos escuchado siguen resonando hasta hoy en nuestra sociedad y nuestra Iglesia llamando a la conversión. Hoy el evangelio no es excepción y continúa hablándonos desde el testimonio de Juan el Bautista.

Contexto
La liturgia ha tomado el relato de hoy del cuarto Evangelio. Al acercarnos a este evangelista nos damos cuenta de las diferencias que existe entre Juan y los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas). Para decirlo en pocas palabras se debe a que es el último de los evangelios redactados, años 90-100 d.C; los temas centrales del evangelio son muy distintos que los de los evangelios sinópticos; Juan es que menos nos habla del Jesús Histórico; los grandes temas teológicos de Juan son puestos en la boca de Jesús en grandes discursos. Al parecer el redactor desconoce los conflictos del tiempo  de Jesús y se centra en los problemas de las comunidades de la tradición de Juan: lucha en contra de la filosofía gnóstica de rechazo de la humanidad de Jesús, por ello enfatiza en su primer capítulo el tema de la encarnación de la palabra; así mismo, lucha en contra de las autoridades judías que negaban la divinidad de Jesús.
El evangelio de Juan es uno de los menos elaborados y en ocasiones suele ser confuso. En algunos textos es necesario que el redactor aclare lo que está sucediendo para que los lectores puedan comprenderlo. En este evangelio el espíritu santo ocupa un lugar importante.


El Relato[1]
Hoy el texto nos presenta a Juan el Bautista (JB) como testigo, algo muy diferente del mensaje del domingo anterior de Marcos que presenta a Juan como uno que pide conversión.

El evangelista nos dice que Juan es el que viene antes a dar testimonio de la luz pero nos aclara que JB no es la luz. Juan atrajo mucha gente y eso causó preocupación a los poderes religiosos de aquel tiempo. En ese entonces todos estaban a la expectativa de la llegada del mesías, no sabían cuándo ni donde, pero el pueblo Judío esperaba un fin escatológico. Creían que Elías, Moisés o uno de los profetas regresarían para anunciar la llegada del Mesías.
Ellos han visto el testimonio de Juan, por ello las autoridades religiosas mandan a unos para que lo confronten. Estos le preguntan abiertamente ¿Quién eres tú? Con esto querían verificar cuál de las figuras mesiánicas era Juan, si el Mesías, sí Elías, si Moisés o uno de los profetas. Juan clarifica que no es ninguno de ellos, sólo dice “Yo soy la voz que clama en el desierto” o más simplemente dirá “Soy una voz”, alguien que grita. Entonces viene la otra pregunta: "¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?" estas preguntas son con el objetivo de controlar a Juan. ¿Si no eres ninguno de ellos, entonces con cual autoridad bautizas?
Así, son los profetas, los poderes religiosos no tienen control de ellos. Juan no se considera el mismo un profeta. Simplemente uno que grita, que da un mensaje de estar preparados. Su respuesta es constante en los evangelios: “Yo bautizo con agua” con ello demuestra humildad y aclara las diferencias entre su bautismo y el bautismo de Jesús.

Aplicación
En lenguaje religioso cuando se escucha hablar de un profeta se suele pensar de alguien que puede adivinar el futuro, de alguien que tiene poderes de curación, etc. Pues ese tipo de profetas no nos habla la biblia. Al contrario para la tradición bíblica, el profeta es aquel que anuncia la buena nueva de Dios, el que da esperanza al pueblo. También es aquel que denuncia el pecado y llama a la conversión. Juan el Bautista es uno de esos profetas. Su mensaje era claro, conviértanse, estén listos para la venida del Señor. Eso le causó problemas con las autoridades religiosas de su tiempo quienes querían desautorizarlo. Su mensaje asustó a quienes ostentaban el poder político y religioso. Esa voz de los profetas de nuestro tiempo es la que muchos no quieren escuchar. Hoy hay muchos profetas que denuncian el pecado del mundo, que llaman a la conversión, pero las autoridades religiosas tampoco quieren escuchar. Más bien silencian a los profetas. La Iglesia cierra las puertas a aquellos que son críticos a la misma religión, da la espalda a los mismos feligreses que luchan por la justicia y silencia a quienes levantan su voz en temas controversiales.

Hoy Juan el Bautista hace nos fuerte llamado de atención “en medio de ustedes esta uno a quien no conocen.” Aunque los cristianos hablemos de Jesús a cada momento, pareciera que en esta cultura Jesús es el gran desconocido. Los políticos se dicen ser cristianos pero firman tratados de guerra y se oponen a la desmilitarización del gobierno. Están a favor de la vida, pero día a día se mata de hambre a millones en el mundo. Se gastan millones de dólares en armas pero se quiere reducir los gastos de seguro social. Las Iglesias tienen como centro un crucifijo y al otro lado la bandera de los Estados Unidos que no es más que un símbolo de guerra. ¿Cómo es posible ser cristiano en este país donde la Iglesia parece obedecer más al poder que al mismo Jesús? ¿Cómo es posible reconciliar el mensaje de pobreza al que nos invita Jesús cuando su misma Iglesia acumula riquezas?

El mundo y la Iglesia necesitan testigos, como Juan el Bautista, que denuncien el pecado y preparen el camino para la llegada del reino de Dios. De ese Dios en el que cree María, como leemos hoy en la liturgia, un Dios que colma de bienes a los hambrientos y a los ricos los despide con manos vacías. A ese Dios que proclama Isaías: “El espíritu de Dios está sobre mí, me ha enviado a ser buena noticia para los sufren, a vendar los corazones rotos, a dar libertad a los cautivos y a proclamar el año de gracia del Señor…” (Isaías 61)

Vamos pues en este tiempo de Adviento a vivir con alegría nuestro ser testigos de la luz. A pesar de todo el mal que existe en nuestro entorno, como cristianos hemos de dar una respuesta amorosa a la realidad. Pidamos al señor que nos dé un espíritu de pobreza para comprender su misterio de hacerse carne y contemplar el misterio de la kenosis (el anonadamiento de Dios) que compartió nuestros sufrimientos y nos invita a ser presencia viva de su amor en la historia. ¿Cómo? Amando a los que el amo, a los pobres y mostrando amor por los que causan injusticias denunciando sus pecados y llamando a la conversión. Vivamos alegres como nos dice la segunda lectura, en oración, con esperanza y gozo. Seamos testigos de nuestro Dios que está llegando.

Para la reflexión personal
¿Estoy siendo un buen precursor de la venida del Reino de Dios? ¿Qué caminos preparo? ¿Qué caminos abro para la llegada de su reino?

Isaías 61, 1-2 nos habla de ser “buena noticia para los que sufren” medita este texto que Jesús hizo propio (en Lc 4, 1819) y responde:

¿Qué es una buena noticia para los pobres? ¿El texto habla de pobres en sentido figurado o sentido real? ¿Será el mensaje que lleva la Iglesia una buena noticia para los pobres? ¿Cómo podemos hacer vida este texto en nuestro diario vivir? ¿De qué forma podemos ser buena noticia para los que sufren?

Amílcar Valencia


[1] Los versículos 6-8 del primer capítulo de Juan son una interrupción al prologo desde el cual nos introduce a la figura de Juan el Bautista.

4 de diciembre de 2011

2° domingo de Adviento Mc 1, 1-8 , Ciclo B 2011


Proclamación del Evangelio
1 Comienzo del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. 2 Conforme está escrito en Isaías el profeta:

“Mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”

4 apareció Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para perdón de los pecados. 5 Acudía a él gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
6 Juan llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel silvestre. 7 Y proclamaba: "Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. 8 Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo."
                                                                                                                                                           Palabra del Señor

Introducción
La lectura del evangelio para este segundo domingo de Adviento nos presenta el mensaje de los profetas. Tres en concreto: 1) Malaquías, “mirad que envío mi mensajero delante de ti” (Ml 3, 1); 2) Isaías, “Una voz que grita en el desierto: Preparad el camino de Señor, enderezad sus senderos” (Isa 40,3) y 3) Juan el Bautista “Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo…” (Mc 1,7-8). Con ello el evangelio quiere darnos a entender dos cosas. Primero, que la opción profética de Jesús por el reino de Dios está justificada en el mensaje de los profetas del antiguo testamento (Isaías y Malaquías) y de profetas contemporáneos a Jesús (Juan el Bautista) y Segundo, que los profetas traen un mensaje de esperanza, que Dios cumple sus promesas, pero nos invita a la conversión para poder verle pasar por nuestras vidas.

Contexto
El evangelio según san Marcos, que habíamos iniciado el domingo anterior, nos presenta a un Jesús muy humano, dinámico, profético y por ello en constante conflicto. Sin embargo en la escena de hoy Jesús es el gran ausente. A diferencia de Mateo y Lucas, Marcos no nos habla de los relatos de la infancia de Jesús[1]. Marcos omite los relatos de la infancia de Jesús a propósito, pues solo hasta el final de su evangelio revelara  que ese hombre es el Hijo de Dios. Aunque esta última frase “Jesús Hijo de Dios” aparece en el relato de hoy no está en boca de Jesús o de alguno de sus discípulos, sino es el mismo redactor quien las dice.

Marcos inicia así: “Comienzo del evangelio de Jesucristo, hijo de Dios” por lo que a este evangelista se le atribuye como creador del género literario Evangelio, que común mente traducimos como buena nueva o buena noticia. Marcos nos quiere dar a comprender que lo que Jesús dijo e hizo es buena noticia pero más profundo que Jesús mismo es una buena noticia[2].

Marcos también nos dice que ese Jesús es el Cristo, el ungido, e hijo de Dios. Pero en este pasaje el evangelista no nos dará más detalle de esto, solo introduce uno de sus temas centrales al que desarrollara más adelante.

Explicación
El mensaje de los profetas es siempre una llamada a la conversión. El profeta Isaías trae un mensaje de liberación del exilio pero hay que preparar la llegada de la liberación. Cuando el pueblo reconoce a ese Dios como el Dios de la Alianza y se purifica es hora de la liberación, el retorno del destierro; es entonces cuando ve con claridad cuál puede ser su futuro si pone su confianza solo en el Dios de la vida  y de la liberación.

Por otra parte, Juan el Bautista es el mensajero, el que prepara para la  venida del Hijo de Dios. Por ello gritaba en el desierto: “Preparen el camino del Señor.” “Conviértanse, enderecen sus senderos” Juan es consiente que el pueblo se ha ido alejando de Dios. Por ello les invitaba al bautismo del perdón de los pecados, a confesarlos públicamente. También reconoce que su predicación es diferente a la del Hijo de Dios: “Yo bautizo con agua pero detrás de mí viene uno que los bautizara con el fuego del Espíritu Santo”

Jesús no bautiza y tampoco predicaba el mismo que bautismo Juan. La predicación central de Jesús   es la venida del Reino de Dios.  Habla de la conversión no como una acción “ser bautizado” sino como actitud de vida “Convertirse al Reino de Dios” (Mc 1, 15) creer en la buena nueva.

Aplicaron
En este tiempo de Adviento el mensaje de los profetas es claro: Estar listos para poder ver al Señor que llega. Convertirnos de nuestros pecados, de las cegueras que no nos permiten ver su Reino entre nosotros.
Todos tenemos algo de que arrepentirnos, cada cual sabrá que porque cosas pedir perdón. Como sabemos el perdón pasa por el arrepentimiento y por la confesión. Al inicio de la Eucaristía nos presentamos al Señor como pecadores. Por ello pedimos perdón tres veces. La primera seria por nuestras faltas personales a los hermanos, a nuestra familia, a nuestros compañeros. La segunda por los por pecados de la comunidad, por las veces que no nos abrimos a al servicio amoroso al necesitado, por las veces que como Iglesia somos medios de opresión para la misma comunidad; lo hacemos también por la Iglesia Romana (santa y pecadora) por su conversión y fidelidad a las enseñanzas de Jesús de Nazaret, su fundador. Y la tercera por los pecados de la sociedad. Por los pecados sociales de nuestro mundo. Por los gobiernos y  por el capital privado que oprime al 99% de la población generando más pobreza en el mundo. Por los países en desarrollo que siguen matando de hambre al mundo. Por los países que hacen la guerra e invaden a otras naciones. Por los que idolatran el poder y el dinero. Por los que se dicen cristianos pero obedecen más a la bandera que al evangelio. Por los que oprimen al extranjero promoviendo leyes de exclusión. Por el crimen organizado y la violencia que cobra la vida de millones alrededor del mundo.

En esta realidad es la que el mensaje de los profetas es aún vigente, preparar el camino del Señor, estar atentos, tener esperanza pues Dios viene a liberarnos. Abramos pues nuestro corazón a la buena noticia y seamos luz en esta realidad de muerte, injusticas, exclusión y pobreza. Es ahí donde Dios nos exige ser signos de vida, de esperanza y de transformación de nuestro mundo. Su mensaje de esperanza es vigente y nos alienta en medio de las realidades más duras de la vida a creer en otro mundo posible. Solo así le veremos, solo así le podremos contemplar, preparándonos para su venida, limpiando su camino y haciendo presente la realidad del Reinado de Dios que nos anuncia. Hagamos de la actitud de espera una constante búsqueda de su reino y su justicia. Que la esperanza de los cristianos sea un testimonio en el mundo de que es posible otro mundo donde Dios reine.

                                                                                                                                                                         Amílcar Valencia


[1] Debemos tomar en cuenta que los relatos de la infancia de Jesús no son hechos históricos, como sucede en muchos de los relatos de los evangelios, sino relatos Teológicos. Esto quiere decir que los redactores no pretendían contar exactamente lo que sucedió (incluso Mateo y Lucas tienen dos versiones diferentes sobre la infancia de Jesús); más bien querían dar un mensaje concreto. En este caso decirle a los seguidores de Jesús y a sus opositores, que ese hombre de Nazaret era el hijo de Dios.
[2] Jesús predica el Reino de Dios y sus seguidores proclaman que Jesús es la encarnación de ese reino; de hecho la mejor definición de cristiano seria esta: “El que cree en Jesús y decide proseguir su obra en el mundo”