Proclamación del
Evangelio
6
Hubo un hombre, enviado por Dios: se llamaba Juan.
7 Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz,
7 Este vino para un testimonio, para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por él.
8 No era él la luz, sino quien debía dar testimonio de la luz.
19 Y este fue el testimonio de Juan, cuando los judíos
enviaron donde él
desde Jerusalén sacerdotes
y levitas a
preguntarle: "¿Quién eres tú?"
20 El confesó, y no negó; confesó: "Yo no soy el Cristo."
21 Y le preguntaron: "¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?"
20 El confesó, y no negó; confesó: "Yo no soy el Cristo."
21 Y le preguntaron: "¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?"
Él dijo: "No lo soy." "¿Eres tú
el profeta?" Respondió: "No."
22 Entonces le dijeron: "¿Quién eres, pues, para que
22 Entonces le dijeron: "¿Quién eres, pues, para que
demos respuesta a
los que nos han enviado?
¿Qué dices de ti mismo?"
23 Dijo él: "Yo soy voz del que clama en el desierto:
23 Dijo él: "Yo soy voz del que clama en el desierto:
Rectificad el
camino del Señor, como dijo el profeta Isaías."
24 Los enviados eran fariseos.
25 Y le preguntaron: "¿Por qué, pues, bautizas, si no
24 Los enviados eran fariseos.
25 Y le preguntaron: "¿Por qué, pues, bautizas, si no
eres tú el Cristo
ni Elías ni el profeta?"
26 Juan les respondió: "Yo bautizo con agua,
26 Juan les respondió: "Yo bautizo con agua,
pero en medio de
vosotros está uno a quien no conocéis,
27 que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno
27 que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno
de desatarle la correa de su sandalia."
28 Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán,
28 Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán,
donde estaba Juan
bautizando.
Palabra
del Señor
Introducción
Nos
encontramos en el tercer domingo de Adviento, un tiempo en que se nos invita a
la esperanza activa. Tiempo
en que estamos llamados a favorecer las cosas buenas que hacen posible la
venida del reino de Dios entre nosotros. Durante los dos domingos anteriores
las lecturas del evangelio nos han presentado la figura de los profetas que
preparan el camino para la llegada del mesías. Isaías, Malaquías y Juan el
Bautista son las voces que hemos escuchado siguen resonando hasta hoy en
nuestra sociedad y nuestra Iglesia llamando a la conversión. Hoy el evangelio
no es excepción y continúa hablándonos desde el testimonio de Juan el Bautista.
Contexto
La liturgia ha tomado el relato de hoy del
cuarto Evangelio. Al acercarnos a este evangelista nos damos cuenta de las
diferencias que existe entre Juan y los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y
Lucas). Para decirlo en pocas palabras se debe a que es el último de los
evangelios redactados, años 90-100 d.C; los temas centrales del evangelio son
muy distintos que los de los evangelios sinópticos; Juan es que menos nos habla
del Jesús Histórico; los grandes temas teológicos de Juan son puestos en la
boca de Jesús en grandes discursos. Al parecer el redactor desconoce los
conflictos del tiempo de Jesús y se
centra en los problemas de las comunidades de la tradición de Juan: lucha en
contra de la filosofía gnóstica de rechazo de la humanidad de Jesús, por ello
enfatiza en su primer capítulo el tema de la encarnación de la palabra; así
mismo, lucha en contra de las autoridades judías que negaban la divinidad de
Jesús.
El evangelio de Juan es uno de los menos
elaborados y en ocasiones suele ser confuso. En algunos textos es necesario que
el redactor aclare lo que está sucediendo para que los lectores puedan
comprenderlo. En este evangelio el espíritu santo ocupa un lugar importante.
El
Relato[1]
Hoy el texto nos presenta a Juan el
Bautista (JB) como testigo, algo muy diferente del mensaje del domingo anterior
de Marcos que presenta a Juan como uno que pide conversión.
El evangelista nos dice que Juan es el que
viene antes a dar testimonio de la luz pero nos aclara que JB no es la luz. Juan
atrajo mucha gente y eso causó preocupación a los poderes religiosos de aquel
tiempo. En ese entonces todos estaban a la expectativa de la llegada del
mesías, no sabían cuándo ni donde, pero el pueblo Judío esperaba un fin
escatológico. Creían que Elías, Moisés o uno de los profetas regresarían para
anunciar la llegada del Mesías.
Ellos han visto el testimonio de Juan, por
ello las autoridades religiosas mandan a unos para que lo confronten. Estos le
preguntan abiertamente ¿Quién eres tú? Con esto querían verificar cuál de las
figuras mesiánicas era Juan, si el Mesías, sí Elías, si Moisés o uno de los
profetas. Juan clarifica que no es ninguno de ellos, sólo dice “Yo soy la voz que clama en el desierto”
o más simplemente dirá “Soy una voz”, alguien que grita. Entonces viene la otra
pregunta: "¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni
el profeta?" estas preguntas son con el objetivo de controlar a Juan. ¿Si no eres ninguno de ellos, entonces con
cual autoridad bautizas?
Así,
son los profetas, los poderes religiosos no tienen control de ellos. Juan no se considera el mismo un profeta.
Simplemente uno que grita, que da un mensaje de estar preparados. Su respuesta
es constante en los evangelios: “Yo bautizo con agua” con ello demuestra
humildad y aclara las diferencias entre su bautismo y el bautismo de Jesús.
Aplicación
En lenguaje religioso cuando se escucha
hablar de un profeta se suele pensar de alguien que puede adivinar el futuro,
de alguien que tiene poderes de curación, etc. Pues ese tipo de profetas no nos
habla la biblia. Al contrario para la tradición bíblica, el profeta es aquel
que anuncia la buena nueva de Dios, el que da esperanza al pueblo. También es
aquel que denuncia el pecado y llama a la conversión. Juan el Bautista es uno
de esos profetas. Su mensaje era claro, conviértanse, estén listos para la
venida del Señor. Eso le causó problemas con las autoridades religiosas de su
tiempo quienes querían desautorizarlo. Su mensaje asustó a quienes ostentaban
el poder político y religioso. Esa voz de los profetas de nuestro tiempo es la
que muchos no quieren escuchar. Hoy hay muchos profetas que denuncian el pecado
del mundo, que llaman a la conversión, pero las autoridades religiosas tampoco
quieren escuchar. Más bien silencian a los profetas. La Iglesia cierra las
puertas a aquellos que son críticos a la misma religión, da la espalda a los
mismos feligreses que luchan por la justicia y silencia a quienes levantan su
voz en temas controversiales.
Hoy Juan el Bautista hace nos fuerte
llamado de atención “en medio de ustedes
esta uno a quien no conocen.” Aunque los cristianos hablemos de Jesús a
cada momento, pareciera que en esta cultura Jesús es el gran desconocido. Los
políticos se dicen ser cristianos pero firman tratados de guerra y se oponen a
la desmilitarización del gobierno. Están a favor de la vida, pero día a día se
mata de hambre a millones en el mundo. Se gastan millones de dólares en armas pero
se quiere reducir los gastos de seguro social. Las Iglesias tienen como centro
un crucifijo y al otro lado la bandera de los Estados Unidos que no es más que
un símbolo de guerra. ¿Cómo es posible
ser cristiano en este país donde la Iglesia parece obedecer más al poder que al
mismo Jesús? ¿Cómo es posible reconciliar el mensaje de pobreza al que nos
invita Jesús cuando su misma Iglesia acumula riquezas?
El
mundo y la Iglesia necesitan testigos, como Juan el Bautista, que denuncien el
pecado y preparen el camino para la llegada del reino de Dios. De ese Dios en el que cree María, como
leemos hoy en la liturgia, un Dios que colma de bienes a los hambrientos y a
los ricos los despide con manos vacías. A ese Dios que proclama Isaías: “El
espíritu de Dios está sobre mí, me ha enviado a ser buena noticia para los
sufren, a vendar los corazones rotos, a dar libertad a los cautivos y a
proclamar el año de gracia del Señor…” (Isaías 61)
Vamos pues en este tiempo de Adviento a
vivir con alegría nuestro ser testigos de la luz. A pesar de todo el mal que
existe en nuestro entorno, como cristianos hemos de dar una respuesta amorosa a
la realidad. Pidamos al señor que nos dé un espíritu de pobreza para comprender
su misterio de hacerse carne y contemplar el misterio de la kenosis (el anonadamiento de Dios) que
compartió nuestros sufrimientos y nos invita a ser presencia viva de su amor en
la historia. ¿Cómo? Amando a los que el amo, a los pobres y mostrando amor por
los que causan injusticias denunciando sus pecados y llamando a la conversión.
Vivamos alegres como nos dice la segunda lectura, en oración, con esperanza y
gozo. Seamos testigos de nuestro Dios que está llegando.
Para la reflexión personal
¿Estoy siendo un
buen precursor de la venida del Reino de Dios? ¿Qué caminos preparo? ¿Qué
caminos abro para la llegada de su reino?
Isaías 61, 1-2 nos
habla de ser “buena noticia para los que sufren” medita este texto que Jesús
hizo propio (en Lc 4, 1819) y responde:
¿Qué es una buena
noticia para los pobres? ¿El texto habla de pobres en sentido figurado o
sentido real? ¿Será el mensaje que lleva la Iglesia una buena noticia para los
pobres? ¿Cómo podemos hacer vida este texto en nuestro diario vivir? ¿De qué
forma podemos ser buena noticia para los que sufren?
Amílcar Valencia
[1]
Los versículos 6-8 del primer capítulo de Juan son una interrupción al prologo
desde el cual nos introduce a la figura de Juan el Bautista.
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