Proclamación del Evangelio
“Mira, envío mi mensajero
delante de ti, el que ha de preparar tu camino. Voz del que clama en el
desierto: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”
4 apareció
Juan bautizando en el desierto, proclamando un bautismo de conversión para
perdón de los pecados. 5 Acudía a él
gente de toda la región de Judea y todos los de Jerusalén, y eran bautizados
por él en el río Jordán, confesando sus pecados.
6 Juan
llevaba un vestido de piel de camello; y se alimentaba de langostas y miel
silvestre. 7 Y proclamaba:
"Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo; y no soy digno de
desatarle, inclinándome, la correa de sus sandalias. 8 Yo os he bautizado con agua, pero él os
bautizará con Espíritu Santo."
Palabra del Señor
Palabra del Señor
Introducción
La lectura del evangelio para este segundo domingo
de Adviento nos presenta el mensaje de los profetas. Tres en concreto: 1) Malaquías,
“mirad que envío mi mensajero
delante de ti” (Ml 3, 1);
2) Isaías, “Una voz que
grita en el desierto: Preparad el camino de Señor, enderezad sus senderos” (Isa 40,3) y 3) Juan el Bautista “Detrás de mí viene el que es más fuerte que yo…” (Mc 1,7-8). Con ello el evangelio quiere
darnos a entender dos cosas. Primero, que la opción profética de Jesús por el
reino de Dios está justificada en el mensaje de los profetas del antiguo
testamento (Isaías y Malaquías) y de profetas contemporáneos a Jesús (Juan el
Bautista) y Segundo, que los profetas traen un mensaje de esperanza, que Dios
cumple sus promesas, pero nos invita a la conversión para poder verle pasar por
nuestras vidas.
Contexto
El evangelio según san Marcos, que habíamos
iniciado el domingo anterior, nos presenta a un Jesús muy humano, dinámico,
profético y por ello en constante conflicto. Sin embargo en la escena de hoy
Jesús es el gran ausente. A diferencia de Mateo y Lucas, Marcos no nos habla de
los relatos de la infancia de Jesús[1].
Marcos omite los relatos de la infancia de Jesús a propósito, pues solo hasta
el final de su evangelio revelara que
ese hombre es el Hijo de Dios. Aunque esta última frase “Jesús Hijo de
Dios” aparece en el relato de hoy no está en boca de Jesús o de alguno de sus
discípulos, sino es el mismo redactor quien las dice.
Marcos inicia así: “Comienzo del evangelio de Jesucristo, hijo de Dios” por lo que a este evangelista se le
atribuye como creador del género literario Evangelio, que común mente
traducimos como buena nueva o buena noticia. Marcos nos quiere dar a
comprender que lo que Jesús dijo e hizo es buena noticia pero más profundo que Jesús mismo es una buena noticia[2].
Marcos también nos dice que ese Jesús es el
Cristo, el ungido, e hijo de Dios. Pero en este pasaje el evangelista no nos
dará más detalle de esto, solo introduce uno de sus temas centrales al que
desarrollara más adelante.
Explicación
El mensaje de los
profetas es siempre una llamada a la conversión. El profeta Isaías trae un
mensaje de liberación del exilio pero hay que preparar la llegada de la liberación. Cuando el pueblo reconoce a
ese Dios como el Dios de la Alianza y se purifica es hora de la liberación, el
retorno del destierro; es entonces cuando ve con claridad cuál puede ser su
futuro si pone su confianza solo en el Dios de la vida y de la liberación.
Por otra parte, Juan el Bautista es el mensajero, el que prepara para la venida del Hijo de Dios. Por ello gritaba en el desierto: “Preparen el camino del Señor.” “Conviértanse, enderecen sus senderos” Juan es consiente
que el pueblo se ha ido alejando de Dios. Por ello les invitaba al bautismo del
perdón de los pecados, a confesarlos públicamente. También reconoce que su
predicación es diferente a la del Hijo de Dios: “Yo bautizo con agua pero detrás de mí viene uno que los bautizara con el fuego
del Espíritu Santo”
Jesús no bautiza y
tampoco predicaba el mismo que bautismo Juan. La predicación central de Jesús es la venida del Reino de Dios. Habla de la conversión no como una acción “ser
bautizado” sino como actitud de vida “Convertirse
al Reino de Dios” (Mc 1, 15) creer en la buena nueva.
Aplicaron
En este tiempo de
Adviento el mensaje de los profetas es claro: Estar listos para poder ver al Señor que llega. Convertirnos de
nuestros pecados, de las cegueras que no nos permiten ver su Reino entre
nosotros.
Todos tenemos algo de
que arrepentirnos, cada cual sabrá que porque cosas pedir perdón. Como sabemos
el perdón pasa por el arrepentimiento y por la confesión. Al inicio de la Eucaristía
nos presentamos al Señor como pecadores. Por ello pedimos perdón tres veces. La
primera seria por nuestras faltas
personales a los hermanos, a nuestra familia, a nuestros compañeros. La segunda por los por pecados de la
comunidad, por las veces que no nos abrimos a al servicio amoroso al
necesitado, por las veces que como Iglesia somos medios de opresión para la
misma comunidad; lo hacemos también por
la Iglesia Romana (santa y pecadora) por su conversión y fidelidad a las
enseñanzas de Jesús de Nazaret, su fundador. Y la tercera por los pecados de la sociedad. Por los pecados sociales
de nuestro mundo. Por los gobiernos y
por el capital privado que oprime al 99% de la población generando más
pobreza en el mundo. Por los países en desarrollo que siguen matando de hambre
al mundo. Por los países que hacen la guerra e invaden a otras naciones. Por
los que idolatran el poder y el dinero. Por los que se dicen cristianos pero
obedecen más a la bandera que al evangelio. Por los que oprimen al extranjero
promoviendo leyes de exclusión. Por el crimen organizado y la violencia que
cobra la vida de millones alrededor del mundo.
En esta realidad es
la que el mensaje de los profetas es aún vigente, preparar el camino del Señor,
estar atentos, tener esperanza pues Dios viene a liberarnos. Abramos pues nuestro corazón a la buena
noticia y seamos luz en esta realidad de muerte, injusticas, exclusión y
pobreza. Es ahí donde Dios nos exige ser signos de vida, de esperanza y de
transformación de nuestro mundo. Su mensaje de esperanza es vigente y nos
alienta en medio de las realidades más duras de la vida a creer en otro mundo
posible. Solo así le veremos, solo así le podremos contemplar, preparándonos
para su venida, limpiando su camino y haciendo presente la realidad del Reinado
de Dios que nos anuncia. Hagamos de la
actitud de espera una constante búsqueda de su reino y su justicia. Que la
esperanza de los cristianos sea un testimonio en el mundo de que es posible
otro mundo donde Dios reine.
Amílcar Valencia
[1] Debemos tomar en cuenta que los relatos de la infancia de Jesús no son
hechos históricos, como sucede en muchos de los relatos de los evangelios, sino
relatos Teológicos. Esto quiere decir que los redactores no pretendían contar
exactamente lo que sucedió (incluso Mateo y Lucas tienen dos versiones
diferentes sobre la infancia de Jesús); más bien querían dar un mensaje
concreto. En este caso decirle a los seguidores de Jesús y a sus opositores,
que ese hombre de Nazaret era el hijo de Dios.
[2] Jesús predica el Reino de Dios y sus seguidores
proclaman que Jesús es la encarnación de ese reino; de hecho la mejor
definición de cristiano seria esta: “El que cree en Jesús y decide proseguir su
obra en el mundo”
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